La mansión fantasmagórica

Te encuentras cómodamente en la mesa del desayuno, tomando tu café y hojeando el periódico. De repente, ves un anuncio en el que se vende una vieja mansión a un precio increíblemente bajo. Llamas al número de teléfono indicado y conciertas una cita para esa misma tarde.
Una vez allí, te encuentras con el vendedor, un hombre mayor y demacrado. Juntos observáis el impresionante edificio. Al preguntarle por qué el precio de venta es tan bajo, el vendedor te responde que la compra de la casa conlleva una condición. «Si consigue salir indemne de la visita, la casa es suya. Pero le advierto que muchas personas han fracasado».
«¿Qué les pasó?», le preguntas al vendedor. En lugar de dar una respuesta, el hombre te da la espalda y permanece en silencio.
A pesar de la extraña reacción del vendedor, aceptas la condición, ya que, por un lado, la casa te fascina y, por otro, tienes ganas de volver a vivir una aventura. El vendedor te ha entregado la llave de la puerta principal y se ha escabullido murmurando. Te ha parecido entender que decía algo sobre «esas malditas hermanas». A pesar de la inquietud que sientes, subes los escalones hasta la imponente puerta principal y entras.

La puerta se cierra detrás de ti. Cuando te das la vuelta, apenas puedes creerlo: ¡la puerta principal ha desaparecido! Palpas la pared, pero no encuentras ni rastro de una puerta. ¿A esto se refería el vendedor? Sin entender nada, diriges la mirada al gran recibidor y al momento te cautiva lo que ves. A pesar de que la puerta haya desaparecido, exploras la casa y examinas habitación por habitación. Vas de la cocina al salón, pasas por el invernadero, subes a la polvorienta buhardilla, bajas a la bodega y, por último, entras en el garaje. Cada habitación te va impresionando más y más y pierdes por completo la noción del tiempo. De repente, te asustas. ¿Qué ruido es ese? Ah, sí, el reloj de la iglesia, que da la hora.
1 – 2 – 3 – 4 – 5 – 6 – 7 – 8 – 9 – 10 – 11 – 12.
Silencio.
Y, de nuevo, ruidos.
Voces.
Voces que se acercan.
Con el miedo en el cuerpo, vas con sigilo hasta las escaleras y miras hacia el recibidor. Del susto casi se te congela la sangre en las venas. ¡Increíble! ¿Son alucinaciones tuyas, fruto del miedo, o estás viendo realmente dos figuras fantasmales conversando allá abajo? Mejor dicho, ¡peleándose! Dos fantasmas de pelo largo y rubio con ropajes festivos.
¡Menuda visión! Intentas escapar y esconderte en una de las numerosas habitaciones, pero una de las dos señoras fantasma se fija en ti.


Sube flotando las escaleras y se te acerca. No consigues moverte, el susto te ha paralizado. Sin embargo, en lugar del temido ataque, el fantasma se dirige a ti con gran amabilidad y cortesía:
«Buenas noches; disculpa las molestias. Mi hermana y yo hemos tenido otra discusión. ¡Me pone de los nervios! Pero, perdona, ¿dónde están mis modales? Me he olvidado de presentarme. Me llamo Hildegard von Rauensberg y esta señora de aquí se llama Gertrud-Luise y se apellida como yo. Somos gemelas. Llevamos 99 años viviendo en esta casa y desde el primer día ha hecho todo lo posible por impedir mi felicidad». Haces acopio de todo tu valor y respondes tímidamente: «Y… y… eh… mmm… ¿qué la haría feliz?».
De forma amable pero firme, el fantasma de Hildegard responde: «Me haría feliz enamorar a Don Alois von Welfenstein y luego casarme con él, pero Gertrud-Luise siempre lo ha impedido».

«¿Y qué se puede hacer al respecto?», preguntas.
«Con ayuda de una poción mágica, espero ganarme el corazón de mi amado y conquistarlo. Sin embargo, por pura maldad, mi hermana, que está celosa, ha escondido los seis ingredientes de esta poción del amor por toda la casa y no los encuentro. Llevo muchos años buscándolos y hace tiempo que perdí la esperanza».
¿Quizá podría ayudarle yo a encontrar los ingredientes?», preguntas con timidez.
«Pues sí, sí que podrías. Y lo que es más, si tienes éxito y encuentras los seis ingredientes de la poción, te prometo que Gertrud-Luise y yo desapareceremos de aquí y, además, podrás salir indemne de esta casa». Con una mirada seria, añade: «Si no lo logras… ¡no habrá escapatoria!». A continuación, los dos fantasmas desaparecen.
Con la mente ofuscada, te pones a buscar. Vas habitación por habitación sin encontrar nada útil. Te das cuenta de que buscar no te servirá de mucho. Al fin y al cabo, ni siquiera sabes lo que buscas ni cómo se supone que son esos ingredientes. ¿Existe algún sistema, o quizá un acertijo, que te dé alguna pista?
«¿Podré salir indemne de la casa si encuentro los seis ingredientes? ¿Reaparecerá entonces la puerta principal? ¿Y qué pasará si no lo consigo? ¿Me quedaré aquí para siempre sin poder salir?»


Mientras cavilas sobre todas estas preguntas, de repente algo te llama la atención…
¿Eso de ahí no son unos símbolos extraños? ¿Letras? ¿Palabras? ¿Algo que quizá se pueda combinar?
Y efectivamente: ¡en cada habitación descubres cuatro acertijos! Esperas que al resolver cada acertijo aparezca un ingrediente, o sea que… ¡a discurrir se ha dicho!
Instrucciones/ consejos:

- El motivo de la caja difiere del motivo del puzzle: en cada puzzle se esconden cuatro acertijos
- Las soluciones de los distintos acertijos están ocultas en el sistema de coordenadas del borde
- Los símbolos correctos del borde se entrecruzan en un punto, con el que podrás descubrir la pieza que desvela el ingrediente misterioso en cada habitación
- La pieza de la solución de cada uno de los puzzles forma 1/6 de la solución total
- La solución total se obtiene al combinar las seis piezas de la solución de las distintas habitaciones